Así no hay quien viva
Con la muerte en los talones, por no utilizar condones.
David Robert Mitchell se agarra firmemente a la baza de dejar fluir los planos y yo lo celebro, porque este tío tiene talento para crear imágenes. En su película se nota un regocijo por lo que está grabando; el mantener siempre la cámara con un leve movimiento consigue sumergirte en cada paraje desde el mismo —y fabuloso— prólogo, flotando cual pajarillo cotilla que vigila el vecindario. Nos ofrece colarnos indiscretamente en la casa de Amy, que desprende un peculiar aroma ochentero, impulsado por notas musicales puntuales a base de sintetizadores. En los momento que cierra los encuadres, son para exprimir el jugo que ofrece la premisa de los caminantes antes comentada; nunca sabes que es lo que puede aparecer en el siguiente plano, por lo que el director tiene una carta ganadora bajo la manga durante casi todo el metraje. Y para apuntillar este estilo, evita en todo momento un montaje tosco con cortes molestos que arruinen la experiencia tensa que está ofreciendo.
Mientras que el grupo se toma un respiro y echa un rato la mar de apañado en la playa, el cachondo del director deja a Jay medio dormida, mientras que al fondo del plano una figura se acerca tranquilamente. La cosa se complica como era de esperar siendo aquí cuando los amigos de la rubia descubren realmente lo que le acecha, ésta consigue escapar y desde dentro del coche podemos disfrutar un tiro de cámara adrenalínico. Muy completita la escena.
Bueno, después de todas las alabanzas que os contado de la película y su director, va el juanbreva y no remata la faena. En el acto final, Mitchell se hace la picha un lío rompiendo con todas las directrices de su estilo visual que yo tanto celebro como forofo de los directores que cuecen sus planos a fuego lento. La escena de la piscina tiene ingredientes para ilusionar; la ambientación coge forma con la aparición de la lluvia, la utilización de planos cerrados para acrecentar la sensación de desasosiego abriéndolos posteriormente en los momentos justos para no saturar, funcionan. Pero es que la idea que tienen para terminar con la maldición es un sin sentido de mucho cuidado, no hay por donde cogerla y claro me quedo a rayas y cuadros frente a la pantalla preguntándome por qué coño ha tomado este camino pedregoso para finalizar la película. Y llegados a este punto, pasándome esta situación ya con muchas películas a lo largo de los años y tal y cual, puedo decir con seguridad que me parecen más satisfactorias las que van de menos a más, enganchándote poco a poco y dejándote finalmente arriba, que las que empiezan arrollando con todo y acaban desmoronándose en el último tercio, el poso que deja un buen final es impagable. Una pena.
No busquéis aquí una película de terror en el sentido estricto de la palabra, aunque eso no le impida conseguir sacarme dos repullos en la butaca importantes, lo que predomina ante todo es una elevación de tensión a base de insinuar hasta extenuar, que alcanza cotas importantes, pero que se despeña con un tramo final absurdo, incapaz de hacerle honor a la hora y pico que le precedía. It Follows tiene el honor de ser "Impezonante". 7.
No hay comentarios:
Publicar un comentario